No se iluda, algo enorme está a punto de estallar
ea puertaEl orden externo, ese que elogian las autoridades
es engañoso, tan engañoso como su aparente
calma, esa que usted mantiene rumiando slogan
y baboseras de la TV
Espere un poco para ver,
luego sentirá que algo se está
desmoronando en las entrañas de su ser,
lentamente, sin hacer ninguna concesión,
implacable, hasta reducirlo
a simple polvo.
Espere un poco ahí sentado, como el vagabundo
inconsciente que siempre ha sido.
Puede continuar contando los días que faltan
para la próxima Navidad;
sé que aún cree en papá Noel y en sus regalos
para un nuevo año.
Mas tal vez este año el padre de las nieves
le traiga un regalo muy diferente.
No descenderá por la abertura
de la chimenea, golpeará sin consideración
en la puerta que hasta ahora
nunca abrió.
¿Sabe cuál es la puerta que permaneció
cerrada? ¿No sabe? No tenga miedo, aún existe
algo en usted del joven vigilante que ya fue.
Examine su casa interior
y la encontrará...
La libertad tiene su precio.
No intente huir. El regazo materno ya no existe
menos aun la Tierra Prometida de la libertad.
El último refugio se lo llevó el tiempo
y el tiempo se perdió.
En todo lugar usted es vigilado, no importa si
es un señor bien comportado
o una señora dedicada a sus deberes domésticos.
Está obligado a andar por determinados caminos,
bajar y subir en estaciones programadas
conforme pautas: son las reglas del tránsito.
Verde para continuar, el amarillo
como advertencia para frenar
sus deseos e impulsos que lo compelen a seguir
adelante. Acelere para escapar del rojo.
Pero no hay como escapar de ese color sanguíneo.
En todas partes hay semáforos. No se iluda,
Sin señales usted se torna imprevisible,
algo bastante errático, un peligro para el orden oficial.
Se que usted no percibe los hilos de la situación; está acostumbrado a repetir las monsergas, sigue las sendas de la multitud. Está tan adiestrado que ya es un animal doméstico, incapaz de sentir el olor de la brisa y el rumor del follaje en la floresta.
Mas le advierto: estamos todos bajo un control de un poder extraño, nada benévolo, contrario a nuestra elemental esencia.
Vivimos en estado de sitio. El enemigo nos asigna la peor condición: es preciso resistir hasta el último suspiro.
Huir es fingir que nada acontece, fingir que vivimos
en el mejor de los reinos, aun estando en la calle;
es justificar la cobardía.
La libertad tiene su precio: la vigilancia y la resistencia.
Felipe Galeno (Brasil)
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