Felipe Galeno

Abra la que permaneció cerrada


No se iluda, algo enorme está a punto de estallar

ea puertaEl orden externo, ese que elogian las autoridades

es engañoso, tan engañoso como su aparente

calma, esa que usted mantiene rumiando slogan

y baboseras de la TV

Espere un poco para ver,

luego sentirá que algo se está

desmoronando en las entrañas de su ser,

lentamente, sin hacer ninguna concesión,

implacable, hasta reducirlo

a simple polvo.

Espere un poco ahí sentado, como el vagabundo

inconsciente que siempre ha sido.

Puede continuar contando los días que faltan

para la próxima Navidad;

sé que aún cree en papá Noel y en sus regalos

para un nuevo año.

Mas tal vez este año el padre de las nieves

le traiga un regalo muy diferente.

No descenderá por la abertura

de la chimenea, golpeará sin consideración

en la puerta que hasta ahora

nunca abrió.

¿Sabe cuál es la puerta que permaneció

cerrada? ¿No sabe? No tenga miedo, aún existe

algo en usted del joven vigilante que ya fue.

Examine su casa interior

y la encontrará...



La libertad tiene su precio.


No intente huir. El regazo materno ya no existe

menos aun la Tierra Prometida de la libertad.

El último refugio se lo llevó el tiempo

y el tiempo se perdió.

En todo lugar usted es vigilado, no importa si

es un señor bien comportado

o una señora dedicada a sus deberes domésticos.

Está obligado a andar por determinados caminos,

bajar y subir en estaciones programadas

conforme pautas: son las reglas del tránsito.

Verde para continuar, el amarillo

como advertencia para frenar

sus deseos e impulsos que lo compelen a seguir

adelante. Acelere para escapar del rojo.

Pero no hay como escapar de ese color sanguíneo.

En todas partes hay semáforos. No se iluda,

Sin señales usted se torna imprevisible,

algo bastante errático, un peligro para el orden oficial.

Se que usted no percibe los hilos de la situación; está acostumbrado a repetir las monsergas, sigue las sendas de la multitud. Está tan adiestrado que ya es un animal doméstico, incapaz de sentir el olor de la brisa y el rumor del follaje en la floresta.

Mas le advierto: estamos todos bajo un control de un poder extraño, nada benévolo, contrario a nuestra elemental esencia.

Vivimos en estado de sitio. El enemigo nos asigna la peor condición: es preciso resistir hasta el último suspiro.

Huir es fingir que nada acontece, fingir que vivimos

en el mejor de los reinos, aun estando en la calle;

es justificar la cobardía.

La libertad tiene su precio: la vigilancia y la resistencia.

Felipe Galeno (Brasil)

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